Cara y cruz de la moneda
son verdad y caridad.
Si falta cualquiera de ellas
falla la totalidad.
Si nos pasamos de largo
en el rigor ‒¡gran cuidado!‒
caemos en celo amargo,
mas si cortos nos quedamos
pecamos de laxitud,
que es el pecado contrario.
Ni exceso, pues, ni defecto
nos llevan a la virtud;
es la justicia el supuesto
para obrar con rectitud.
Tratemos con caridad
al prójimo de tal modo
que entienda que la verdad
prevalece sobre todo.
Y si es preciso callar
porque el prójimo rehusara
asomarse a la verdad,
sin ponerle mala cara
callemos por caridad,
pues quién sabe si mañana
después de reflexionar
se le abrirá la ventana
que clausurada hoy está.
En vano, nos dice el salmo,
trabajan los albañiles
si no construye el Señor.