¿Moción de censura de Vox? La perfecta cortina de humo de la disidencia perfectamente controlada. Por Luys Coleto
Vox y Podemos, lastimosas sucursales de PP y PSOE, sus respectivas disidencias controladas de manual, los coches escoba que viven de acopiar y controlar a los decepcionados, desencantados e indignados de la hidra bipartidista. Unos por la “derecha”. Otros por la” izquierda”. Y cuando las dos innegociables columnas del narcorrégimen pedófilo del 78 se niegan a embarcarse en arriesgados lances dado su dudoso rédito electoral, vienen en leal auxilio sus dos apéndices palmeros a confirmar lo que vivimos, ya sin disfraces, en España. A saber, una dictadura de consenso. Los partidos políticos, sectas en torno al líder, se afanan en su cuota de poder para saciar sin límites su ambición. Fin. Por supuesto, existen grados. Pero, hoy en nuestra patria, solo mierda de consenso. Consenso de mierda. No solo políticos. Todos los gallifantes, mierda perfectamente consensuada.
Vox, traidor a sus votantes
¿Moción de censura de Vox? Comencemos con un dato que alarmaba sobremanera a Alberto Garzón, a la sazón cuota comunista de nuestro repulsivo narcogobierno. "Me preocupa mucho que el 40% de la población no esté dispuesta a vacunarse cuando llegue la vacuna contra la covid-19. Es un dato muy alto. La cifra es mayor (54%) entre votantes de extrema derecha, pero el problema está peligrosamente muy extendido en toda la sociedad". Sic.
Hondo ignorante el malaguita, estima a Vox dentro de la "extrema derecha". Pero más allá falaces e idiotas etiquetajes, quedémonos con el dato. Más de la mitad de los votantes del partido de Siete Machos y Cierra España Abascal se niegan a que les casquen la mierda vacunera de Gates. Punto. ¿Y qué hace su partido felón? Pues, eso mismo. Traición. Alta. Coloca al aciago Juan Luis Steegmann.
Esmegma para los maledicentes colegas (es lo que tiene el fuego amigo resentido) se encarga de promover un sistema sanitario totalitario donde el derecho a la información cierta y el consentimiento se desvanecen irremediablemente. Como buen matasanos, nuestro colega posee alma de expertuzo altamente persuadido de que el paciente no sabe ni es capaz de comprender lo que necesita y que como buen "paciente", debe dejarse hacer. Y meterse la bazofia que la dictadura tecnocientífica le obligue a empotrarse. Metérsela doblada, nunca mejor dicho. Lo dice Dios. Perdón, Dios murió. Su encarnación en la tierra. El médico.
Vox y su papel de falsa disidencia
Vacunación obligatoria universal y obligatoria, asunto nuclear del globalismo neomaltusiano. Y Vox lo apoya. Medida mucho - muchísimo- más totalitaria que las adoctrinadoras y pútridas clases teóricas y prácticas de los trans, queer y polladas en vinagre varias que dieron lugar al criticado "pin parental”. Vox, asunto vacunero, callados como busconas. Obvio. ¿Alguien lo dudaba?
Nuestros políticos-marionetas siguen criterios de psicópatas que han hablado - y lo han escrito- en reiteradas ocasiones de controlar a la población mundial mediante anticonceptivos, aborto y eutanasia. Y pandemias, falsas (como la actual). O reales. Y Vox lo sabe. Y calla. Follow the money, follow the power. Reparando mínimamente en los tenebrosos financiadores, nacionales e internacionales, de Vox, las cosas se entienden mucho mejor.
¿Y cuáles son los límites permitidos a Vox? Toda vez que ya una grandísima parte de la sociedad española se siente completamente hastiada del laicismo, el desierto demográfico reinante en España y la concepción de un mundo sin Dios a que nos han traído el terrorista PSOE y toda la chusma izquierdosa y separatista que le sigue (además del rastrero y cobarde Partido Putrefacto), pues Vox, en principio, arremete contra ello.
¿Y sus denuncias del feminismo supremacista o el multiculturalismo absurdo y disgregador de la patria común? Pues, cada vez con más sordina (recuerden la estalinista purga contra Francisco Serrano), sí se les permitirá enredar con ello. ¿Por qué no? Las élites psicópatas hace tiempo que ganaron ambas batallas demográficas.
¿Entonces? Pelean batalla perdida. Todos, tarde o temprano, acabarán en el mismo guisote criminal de corrupción, maldad y mentira. La misma hez mixturada de feminismo totalitario, aborto, eugenesia, “memoria democrática” y demás porquerías globalistas. Todos en el ajo. Corrompidísimos políticos, jueces prevaricadores, militares antipatriotas, policía torturadora, mafia médica, prensa intoxicadora, incluso el sicariato de Estado (memento Informe Royuela, puntita del iceberg del Deep State español) con sus dos magnas e inquebrantables argamasas: narco y pederastia VIP, ambas protegidísimas por caliginosos poderes y nigérrimas noblezas. Y por los servicios secretos, of course.
Vox y qué significa hoy disentir de verdad
Lo hablaba hace un tiempo con mi admiradísima Alicia Rubio (tranqui, buena y noble amiga, sigue en pie el asunto de Castizos y los mantones volanderos). "Alicia, pero qué coño está pasando. No hay un solo partido político que tenga asesores independientes, no Esmegma claro. O que ellos mismos indaguen sobre el origen de la presunta pandemia. Quiénes la dirigen, qué proyectan, qué origen tiene el Sars-Cov-2, si lo tiene, si existe o no, si es tan mortífero y peligroso, qué imposible metafísico son los asintomáticos, que gravísimos errores poseen las pruebas PCR, por qué murieron tantos ancianos, qué efectos adversos provocan las vacunas, por qué hay tanta gente razonable que nos oponemos a ellas, por qué tantos, ajustándonos a los desnudos datos, aseguramos que este virus ni es peligroso ni letal.”
“Alicia, ni un parlamentario, joer, ni un diputado raso, ni un concejal que denuncie la tortura psicológica y el abuso sistemático cometido contra sus compatriotas. La “derecha” mintiendo compulsiva y desorejadamente, inventándose otra mentira mayor para censurar la gran mentira gubernamental. Y mientras, generándose por doquier un pánico sobrecargado, asfixiando brutalmente a los niños, impidiendo que crezcan mentalmente sanos, jodiendo planificada y minuciosamente la economía de la gente más humilde, los ricos teletrabajando claro. Jodiéndonos la vida. Una vida buena, no esta mierda más propia de un apocalipsis zombi". Hacia Zombieland y más allá.
Disidencia, hoy en España, es salir de la Ue. Del euro. Por ejemplo. ¿Lo propone Vox? Salir de los "paraguas" de todo tipo de buitres económicos. Otro ejemplo. Fuera del FMI, BM, BCE, OCDE y basuras varias que desguazan nuestra soberanía nacional hasta límites insospechados. ¿Lo propone Vox?
Disidencia es denunciar la genocida Agenda 2030 de la Onu (y salirse de ella). O las eugenésicas políticas vacuneras de la Organización Mafiosa de la Salud. Oposición auténtica es reclamar algún tipo de explicación por la masiva implantación de la tecnología 5G en nuestras ciudades y pueblos. Y denunciar, sin duda clave, la paranoia climática. Esas dos batallas/paranoias- clima y digitalización: traducción, transhumanismo- todavía no las han ganado. ¿Entonces? Oposición veraz. Estamos a tiempo.
Libertad y verdad, sin ambas, la vida, mierda
Y así seguimos. Reniego de representaciones políticas de toda clase y condición. Me valgo y me sobro para representarme. Pero ante tan sospechosa unanimidad ante el horror presente, circundante y envolvente, tal vez hubiera deseado tener - de cualquier partido- un caballero sin espada. El personaje de Jefferson Smith, henchido de patriotismo, magníficamente interpretado por James Stewart en la gran peli de Frank Capra. Jefferson en su discurso, ante el senado yanqui. "La libertad es demasiado valiosa como para estar sólo en los libros. Los hombres deberían sentirla todos los días de su vida y decir yo soy libre para pensar y para hablar, mis antepasados no lo eran, pero yo sí y mis hijos los serán".
Gracias a su deseo de mostrar la verdad que tantos se empeñan en ocultar, este caballero sin espada pudo resistir hasta el final. Todo se conjuraba contra Jefferson Smith. La tentación del abandono, siempre presente. Un hombre - en este caso, preclaro y decente político- que está punto de abandonar la lucha. Pero, tantas veces, la dificultad extrema deviene acicate de fortaleza y supremo afán de hacer prevalecer la verdad. Con mayúscula. En fin.
