A las seis de la mañana llegamos a la planta donde mi amigo guarda su flamante y descomunal camión MAN, listo para la marcha del lunes 21 de marzo. Anteayer se colapsó la capital con la manifestación del mundo rural. España está sobre brasas y con el tiempo puede que surjan llamaradas porque la situación es insostenible para millones de trabajadores. Allí me presenta a sus compañeros ávidos de comunicar el malestar que rumian con el incesante atraco impositivo. Uno de ellos me comenta sobre tres factores primordiales para sustentar la actividad mes a mes: amortización, gastos, remuneración. Si falla uno, la inestabilidad acumulada puede convertir en inviable la continuidad del proyecto. Un camión nuevo cuesta 130.000 euros, una letra de 2.000 euros al mes; quien posee alguno con ciertos años se expone a las averías por desgaste. Uno de ellos acaba de pagar 9.000 euros quebrando los factores elementales de la actividad. Con el insufrible encarecimiento del carburante a muchos les sale más a cuenta la huelga indefinida donde se juegan la supervivencia. La situación in extremis no la ha provocado ninguna guerra, siquiera la plandemia. La razón de la ruina es el desgobierno social comunista, afanado en robar los viáticos de un sector prolongadamente torturado hasta el fin de las resistencias.
Las fuerzas exhaustas pero la voluntad de lucha, por sus derechos conculcados, sigue íntegra. Los transportistas, abnegados autónomos que se mantienen con la espada de Damocles de la quiebra, se suman a las protestas del sector agroalimentario y de la pesca. Los recursos del Estado dilapidados en los caprichos sectarios ha rebasado la paciencia de los damnificados. A diferencia de los vagos y maleantes del desgobierno criminal de Sánchez, ellos son esforzados trabajadores de un sector productivo primordial para sostener la economía de todo el país. Sin la logística, el efecto dominó de la precariedad afecta al mercado nacional carente de abastecimiento. Están decididos a modificar las condiciones de su trabajo y son conscientes de que tras la protesta antes se soportaron condiciones adversas que con el incremento del combustible se han convertido en obstáculos insalvables. Sale más a cuenta secundar la huelga indefinida echando un pulso al desgobierno social comunista que arruina España, que arrancar los camiones con la incertidumbre y el desasosiego de que los gastos sobrepasen a los ingresos considerando que son muchas las contingencias que convierten en ardua labor presupuestar o planificar un plan de trabajo estable. El sector del Transporte se ha convertido en práctico adalid que abandera la indignación de la ciudadanía. La gente saluda empáticamente desde los puentes de la A3, A42, M40, partiendo de San Fernando de Henares la kilométrica cola de 300 hormigoneras más otra numerosa representación de camiones sin carga.