Estos días de frío y vendavales
que curvan las elásticas palmeras
y dejan despobladas las aceras
parecen no tener puntos finales.
El mar alborotado de inusuales
remolinos y espumas altaneras
espanta a las gaviotas volanderas
que huyen de sus fauces abisales.
El sol como sin ganas reverbera
en un cielo con nubes que lo encierran
en cerco de contornos fantasmales.
Pero estos tercos días invernales
habrán de concederle sus sitiales
al tiempo de una nueva primavera.