Bien, bien, bien… Les veo cada vez mejor cara, lo que significa que les han sentado muy bien las dosis de poesía y teatro que les he ido suministrando estas últimas semanas, y esto aconseja que prosigamos con el mismo tratamiento. Así que me dispongo a aplicar directamente en su cerebro una inyección absolutamente indolora e incolora pero no insípida de este específico de naturaleza virtual con mi mejor intención de que se olviden durante unos minutos de que ahí fuera hay un bicho muy malo que se ha propuesto quitarnos la salud o al menos llevarse, como premio de consolación, todo nuestro dinero. Pero como lo que verdaderamente importa no es el dinero sino sobrevivir a esta calamidad, con que consigan ustedes que el virus se conforme con su patrimonio y les respete la vida ya podrán darse con un canto en los dientes, para alegría de todos los odontólogos de España. Entremos en materia…
La acción transcurre en 1880 y se desarrolla en el despacho parroquial de una iglesia de pueblo. En la escena hay una mesa llena de expedientes, con una silla a cada lado. Sentado en una de ellas, muy historiada, Don Eulogio, párroco del lugar, atiende a un joven que solicita tímidamente sus servicios para contraer matrimonio con una señora acaudalada que le dobla en edad, lo que hace al sacerdote sospechar de sus malas intenciones. Tras una breve conversación informal en prosa -que no reproducimos por prosaica- el cura se ve súbitamente inspirado por un rayo invisible que ha descendido del Monte Parnaso y contagia a su interlocutor, comenzando ambos el siguiente diálogo en rima ondulante:
CURA
Haciendo gestos de desaprobación.
Casarse es algo muy santo:
no en vano es un sacramento.
Pero me dice mi instinto
que se casa usted muy pronto
¿Por qué razón, le pregunto?
Dirá usted que no es mi asunto
Pero… o yo soy muy tonto
o usted lo ve muy distinto,
y si es así lo lamento
porque a las malas me planto.
NOVIO
Daré una respuesta clara
pues soy persona sincera:
Me caso porque me tira
el dinero que atesora,
que mi futuro asegura
pues mi ruina se apresura;
pero no me diga ahora
que su venia me retira
pues por mezquino que fuera
a mí el derecho me ampara.
CURA
Pues yo no lo tengo claro:
Quien se casa por dinero
es más malo que un vampiro.
Por su falta de decoro
un mal porvenir le auguro.
Y aunque soy cura no curo
la fiebre que le da el oro,
así que yo me retiro,
pues no soy un enfermero
que cure el mal a un avaro.
NOVIO
Pues yo por contra presagio
que ostentaré el privilegio
de gozar de un gran prestigio
y ser objeto de elogio
si en sus brazos me refugio.
Comprenda mi subterfugio…
¡Cáseme usted, don Eulogio.
que no le pido un prodigio
ni tampoco un sacrilegio.
Evite usted mi naufragio!
CURA
Si sigue usted adelante
con su intención indecente
perdone que le precinte
su idea y se la desmonte:
Más vale que se arrejunte,
pero a mí no me pregunte,
porque veo en su horizonte
teñirse de un negro tinte
su espíritu impenitente
y tan poco edificante.
NOVIO
Eso que me ha aconsejado
creerlo casi no puedo;
me parece un sinsentido.
No lo acepto en ningún modo,
pues de casarme no dudo.
CURA
Pues por mí lo tiene crudo.
No puedo dar acomodo
a lo que usted me ha pedido,
que es bendecir un enredo
que me parece un pecado.
NOVIO
Me propone algo nefasto
a mí, que soy hombre honesto.
¿Qué sacerdote se ha visto
que no se imagine el costo
de hacer algo tan injusto?
¿Cómo voy a darme el gusto
de beber cual dulce mosto
de un goce tan desprovisto
de la gracia que le ha impuesto
Dios para que eso sea casto?
CURA
¡Le digo que no le caso!
No voy a pasar por eso.
No va a tener mi permiso
para hacerse usted esposo,
pues me parece un abuso.
De interesado le acuso.
Es usted muy codicioso.
Y si se casa le aviso:
Por ser usted tan avieso
su boda será un fracaso.
NOVIO
Es un tremendo dislate
que un cura que se respete
a actuar así me incite.
¿Cómo puede un sacerdote
decirlo sin que se inmute?
Permita que yo le impute
el ser un perfecto zote
y que a enmendarse le invite,
pues un cura no comete
semejante disparate.
CURA
¡Usted sí que está chiflado
y a despedirle procedo!.
Me siento muy ofendido…
¡Levántese y sobre todo
no me dirija un saludo!
Mejor quédese mudo
por que no manchen de lodo
sus palabras a mi oído.
NOVIO
Un momento, más despacio;
no me mire con desprecio
y póngase a mi servicio:
Si me casa le hago socio
de este negocio tan sucio.
CURA
¡Por las barbas de Confucio!
¿Casarle y hacer negocio?
¡Prefiero cualquier suplicio!
¿Me toma usted por un necio?
¡Ni aunque me compre un palacio!
NOVIO
¿Por qué es usted tan reacio?
Todo el mundo tiene un precio…
¿No deja usted ningún vicio
para sus ratos de ocio?
¡A meditarlo le acucio!..
No es por maldad que me ensucio
pues la malicia la asocio
al delincuente de oficio:
a ése le menosprecio
y con él no nunca congracio.
CURA
Un hombre que solo abraza
la ambición de la riqueza
con obsesión enfermiza
en el fango se reboza
como en huevo una merluza.
Y la mujer que se cruza
en su senda, vieja o moza,
y de su encanto se hechiza
comete tan gran torpeza
que a su ruina se desplaza.
NOVIO
Es que además este enlace
no es solo lo que parece.
Perdone que le deslice
que también me importa el goce
que su cuerpo me produce
pues esa mujer seduce
a todo aquel que conoce,
y el amor ya se lo hice
doce veces, quizás trece,
y créame que me place.
CURA
Perdiendo los estribos.
Es usted peor que un sádico.
¡Debería verle un médico!..
No me parece verídico,
ni aunque lo diga un periódico,
que haya alguien tan impúdico.
Casarse no es algo lúdico
ni un fenómeno episódico:
es todo un acto jurídico
de un alcance enciclopédico
que trasciende a lo esporádico.
NOVIO
Levantándose con indignación.
Ya que su veto perdura
y a mi unión no colabora
un servidor se las pira
y se marcha a la carrera,
pues mi rabia se dispara.
Pero le grito a la cara
violento como una fiera
e incontinente de ira:
¡Si usted no me casa ahora
mañana lo hará otro cura!
CAE EL TELÓN