San Esteban, tuyo es el honor
de haber sido el primero
que derramó su sangre por Nuestro Señor.
Perseguido y humillado,
calumniado, apedreado,
mas de gracia y de fortaleza lleno,
bajo la lluvia de piedras doblaste tus rodillas
para predicar la Fe y como Cristo
implorar el perdón para tus perseguidores.
Sonriente en el martirio te imagino
viéndote ya junto a Dios
en tu inminente y eterno destino.